sábado, 5 de noviembre de 2022

Sin títulos de mierda.

 Escribo esto porque ya no sé qué más puedo hacer. 

Llevo meses y meses dándolo todo, adaptando cada minuto de mi día a día para casarlo con el tuyo. Dando vueltas a ciegas y esperando interminablemente. Llevo meses resignándome ante la aplastante realidad: Sólo yo me adapto, sólo yo cambio y me muevo, sólo yo me implico... 

He cambiado hasta mi forma de vivir, a cambio de nada, ni siquiera a cambio de cambiar dos putos nombres en dos contactos del teléfono, ni siquiera a cambio de dejar de ser invisible, de existir; ni siquiera a cambio de la pertenencia exclusiva de palabras como "amor", "cielo" o incluso "manitas preciosas". He puesto mi vida patas arriba para que otro reciba esas fotos que "te da vergüenza mandarme". Para tener que apretar los dientes y aguantar el golpe en el pecho porque soy, literalmente, el último mono. 

Es como tirar de una montaña con una cuerda de hilo. Sabes que no vas a conseguir nada, salvo que se rompa la cuerda. Y la hostia que viene después. 

Me empiezo a sentir como aquella vez. Como apartado de todo, solo. Como si el resto del mundo estuviera detrás de una pared de cristal. Todo está empezando a dejar de importarme. Me siento un autómata, y ni eso. Todo iba bien, todo estaba bien, y, al parecer, es verdad eso de que los tontos son más felices. No sé qué puedo hacer, ni cómo, ni si hacerlo. No entiendo nada, y creo que no debería querer entenderlo. Vuelvo a sentir esa presión constante en los pulmones, esa resistencia de mi cara a sonreir, ese dolor sordo en todos los huesos. Y no quiero. No puedo. No sé. 

martes, 23 de marzo de 2021

23/03/2021 Armadura

 

Sigo siendo el mismo idiota de siempre,

sigo llorando a escondidas, al compás de una guitarra,

sigo gimiendo al son del rasgueo en re menor.

 

Sigo engañándome, indolente y complacido,

culpando de la guerra a soldados ya muertos,

sigo aferrándome a mi armadura

–las cinchas tensadas–

desde hace tanto tiempo que ya no sé si lo que escondo

es la piel o las heridas.

 

Sin cicatrices.

 

Día tras día trato de anestesiarme,

de anularme, calmarme,

lo que sea

con tal de no pensar en lo que pienso.

Escondo al guerrero herido, moribundo,

tras placas de frialdad y sarcasmo,

de estúpida ironía,

de dramas humanos y cotidianos.

 

Noche tras noche

me dejo llevar

por mis manías,

mis rituales,

mis malas costumbres,

dormir, aunque no descanse,

comer, aunque sin ganas,

sonreír y bromear,

cuando por dentro me noto morir,

calor frío en mis entrañas,

calambres y puños atenazando lo que sea que lleve dentro,

un alma en ruinas,

arruinada.

 

Me encerré en mi torre de marfil

y hoy me doy cuenta de que no puedo salir,

o no quiero,

o no me dejo.

 

Me escudo en que ya basta,

Ya está bien,

–por qué a mí–

que ya no me toca,

que ya es suficiente.

 

Caos

Angustia

Dolor

Pena

 

Pena que duele, por ser pena de uno mismo.

El no ver la luz del sol, y cada amanecer apartar la vista,

llorar de noche cuando sólo ve la Luna,

chillar de espanto frente a mi reflejo,

romper todos los espejos,

hundirme en el lago de Narciso

con los ojos bien cerrados.

Esperar lo inesperado,

pedir peras al olmo,

morderme los labios dormido,

buscar aquellos abrazos envenenados,

desear sentir aquel dolor tan placentero,

aquella dulce locura de amor emponzoñado,

de ser héroe y no villano,

cuando mi vida dedico

solamente a hacerme el muerto.

 

Mirada fija en el horizonte

sin verlo,

con la brisa primaveral acariciando mi pelo,

pero añorando aquel viento otoñal

cargado de flores muertas

que desembocaba en piel,

sexo y violencia.

 

Sigo sin saber qué escondo

aún hoy bajo la armadura:

piel y huesos,

sangre,

quizás nada,

quizás todo,

quizás a mí.

 

Quizás a ti,

 

Puede que a nosotros,

  o seguramente a nadie.

jueves, 12 de noviembre de 2020

12/11/2020 ·À la haute amour d'un cœur sombré·

Qué curioso que duela no sentir dolor,

será nostalgia de llorar fuerte,

será envidia de quemarlo todo,

puede que de abrazarse,

de soltarlo.

Será.


Será el recuerdo de lo sentido,

de las palabras bonitas,

los piropos

y los mimos.


Las noches de "a dos",

las vueltas en la cama, 

el sonido de los besos, 

los jadeos, 

el cuerpo erizándose, 

el tacto de unos pies helados,

relámpagos en el cuello,

fuego en los labios 

y un huracán de piel y de lujuria.


Será el calor de las sábanas arrugadas, 

la tristeza de la luz del sol, 

o sus rayos dibujando formas en su cuerpo. 

Su pelo, 

su boca entreabierta

y sus ojos cerrados.


El metrónomo de su pecho al respirar.


Qué curioso que duela no sentir dolor. 

Qué extraño oler café y no verte, 

ni encontrarte en el fondo de cada copa de vino,

ni a la vuelta de la esquina.


Qué nuevo esto de pensarte y no dolerme,

de follarme la mente yo solito,

de encontrarte y no sentir escalofríos. 


Qué peligroso.


Hablar francés y no escucharte,

compartir canciones

 y no contigo,

ser leyenda y ser yo mismo,

ser un mito. 


Qué curioso que duela no sentir dolor,

ya no sé con qué torturarme,

me hago sangre con recuerdos

y no sangro,

me hago el muerto y nadie llora,

ni siquiera tú,

ni siquiera yo.


Me lanzo del alero del templo

por el vértigo, más que nada,

-la apatía-

y nadie me tienta como antes. 


Cruzadas de fuego y sexo,

de almas en pie de guerra,

de orgasmos culpables y rabiosos

de amor

 y gloria,

y tangos de duchas frías de agosto.


Extraño que no me duelas,

es curioso,

cómo la piedra se enfría,

como el corazón se agrieta

y suelta el veneno del desamor,

del cariño frustrado y de los puños apretados,

del llorar en silencio y del pedir perdón para ser perdonado.


Qué peligroso es haberte olvidado,

haberme desecho de todas las vendas que me gané,

del alcohol de quemar y la bebida,

de las toallas mojadas y tu olor.


Qué peligroso olvidar lo que me enciende,

lo que aviva las ascuas de mi ira,

lo que me empuja a vivir y a desearme

día a día,

cama a cama,

a coger aire y sumergirme solo

a buscar las piedras más brillantes,

más oscuras

y más pesadas.


A coleccionar suspiros de placer,

y a hacer lo que me da la gana.