"Para mi mejor amiga, una de las pocas luces que me quedan".
Siempre comparamos nuestras vidas con los libros, con aquellas historias llenas de magia y dragones, de malvados hechiceros y de reinos por salvar.
Pero no somos eso, ni de lejos.
Somos mucho más.
Los inocentes unicornios y los imponentes dragones se nos quedan cortos; se nos quedaron pequeños hace ya mucho tiempo. No hay nada que envidiar a esas princesas pastelosas de fácil desmayo, o a esos paladines sedientos de guerras por amor. No nos llegan ni a la suela de los zapatos, ni de coña.
Es verdad que nuestras mentes son palacios de cristal, o que nuestros triángulos estaban tan bien hechos que tenían tres lados; pero no necesitamos un anillo para saber que nos hacemos falta, no nos llegó la carta, pero tenemos mucha más magia de la que puede enseñarse en un castillo.
Que suerte tuve, qué acertado el conjuro que te mantuvo a mi lado.
Quizá soñemos que salvamos un mundo, o que lo conquistamos, quizá dormidos dirijamos ejércitos y prendamos fuego al cielo.
Pero es más que eso; el mundo nos pertenece por derecho, y porque lo digo yo.
Y el cielo. ¡Ay el cielo lo que se pierde! Porque el fuego nos lo guardamos para cuando llegue el frio.
Me encanta la frase: " No hay noche sin estrellas, ni sol sin amanecer" porque nos define.
Somos los puntos del yin y el yan, esos matices de cordura y locura depende de qué plato de la balanza suba.
Soy yo porque eres yo, y eres tú porque yo soy tú. Somos esas sombras seductoras que refleja una hoguera, y somos esa luz que se cuela por las rendijas de tu persiana (yo nunca la bajo). Somos un tablero de ajedrez donde las casillas blancas y las negras se confunden porque de noche todos los gatos son pardos, y donde la reina monta a caballo mientras el rey pinta las torres de rojo.
Somos, y eso es más de lo que muchos pueden decir.
Somos todo cuando volamos por encima del Bien y del Mal, cuando nos falta una micra para comprar almas como locos, cuando tenemos dos sombras más que el resto en las tardes de agosto, y cuando en todos los claustros hay una placa con nuestro nombre.
Somos sin fecha, sin etiqueta, sin número de bastidor, sin papel de burbujas, que a pelo la vida te sube más rápido.
Somos pensamientos simultáneos a la par que desconocidos, y conversaciones rápidas como solo pueden ser las nuestras.
Lo tenemos todo, y no hay papel en el mundo para escribirlo, aunque existieran las palabras.
Somos fuego, luz, sombra, magia. Qué más da.
Somos, y no quiero que se acabe.
Te quiero.