Hoy recuerdo, por placer, o al menos por ese placer que encontramos en algunas clases de dolor, cómo eras, cómo fuíste.
Y automáticamente acuden a mi cabeza los escalofríos que sentí cuando me bajaron del cielo a balazos. Ese maldito peso en mis pulmones, el aire renegando de mí, no queriendo entrar en mi pecho, el calor abrasador de cientos de lágrimas de sal, el olor de mi almohada, nuestro olor, al que me aferré aquellos horrorosos días siguientes, donde rememoraba, como penitencia por mi elección, las tardes que pasábamos en tu cuarto, las risas, las cosquillas, las rabietas, los besos, las caricias, los juegos...
Me olvidaste, te olvidaste de mí, y tú ¿dónde estás? Mi cerebro lucha por saber y no saber. ¿te hago falta? ¿me echas de menos? ¿te acuerdas de mí?... No respondas, quiero saberlo, no me lo digas...
Partí el firmamento por tí, peleé con garras y dientes para hacerme un hueco entre tus sábanas, y lo conseguí.
Como otros tantos.
Dime, por favor, si me ha salido competencia; si alguien te abrasa como lo hacía mi fuego, si tu cuerpo encaja mejor en otro que no sea el mío.
Dime, por favor, que nadie ha hecho de tu habitación un lugar tan luminoso como cuando estabamos en él. Dime que fuí el último en tocar las cuerdas de tu guitarra, esa que escondes detrás de la puerta.
Dímelo todo.
Dime que no soy el único que tiene el corazón a medio sanar, que tú también tienes esa espina ya tan familiar. Dime que sí, amor, dime que sí.
Necesito saberlo todo para quebrar el cepo que aprisiona mis alas, y volar de verdad, bajo la luz del sol, o con las estrellas acariciando mis negras plumas. Como antes.
Devuélveme lo que te llevaste, que lo necesito, quiero volver a ser yo, por favor.
Me olvidaste, lo sé, te conozco como si siguieras siendo parte de mí. Conozco tus tormentas, tus truenos y tus vendavales, que utilizas para borrar tus pasados, para destrozar los castillos de naipes de colores que montábamos juntos.
Me olvidaste, te olvidé, pero aún te recuerdo. Espero que todas las noches, de una u otra forma, sigas suspirando mi nombre antes de apagar la luz, y que al desayunar veas nuestra historia en la espuma del café.
Recuérdame que te olvide, pero recuérdamelo mañana, que esta noche necesito el dolor para no pasar frío.