lunes, 9 de mayo de 2016

09/05/2016 Catarsis


Siéntate. Mete la cucharilla en la taza. Inspira el olor del café. Pega un trago.

Cierra los ojos.

Te satura el barullo que se arremolina en tus oidos. Sonidos estridentes de motores, conversaciones impersonales que a nadie importan, música de ambiente que se cuela entre tus pensamientos como huyendo de su origen, escondiéndose en lo más profundo de tu cabeza impidiéndote pensar con claridad.

Abre los ojos.

Una explosión de colores reverbera tras tus párpados. Te engulle en un torbellino de azules, rojos, verdes, negros, blancos... Mires donde mires los ves: anuncios que no significan nada para tí, carteles de empresas que jamás te aportarán nada, pancartas sugerentes e implorantes de atención. Te supera. No puedes más.

Cierra los ojos.

Abre tu mente. Deja que divague salvaje buscando fantasías enfermas que poder cazar, presas fáciles con que llenarse el estómago. Hazla volar por cielos rojos de nubes plateadas, bajo una lluvia de esmeraldas que repiquetean como granizo pero sin su frío adormecedor. Haz que grite, que se desgañite y se quede afónica, que regale al viento todo lo que nadie más quiere, que este se lo lleve lejos, donde alguna mente valdía acogerá las palabras que mece.

Zambúllela en aguas blancas como la nieve, y cálidas bajo la luz de un astro ardiente que no abrasa. Déjala bucear entre corales de historias olvidadas y naufrágios de versos rotos. Permítele buscar ese cofre lleno de monedas de oro, y tirar una al aire y escoger otro destino.

Abandónala entre árboles de rubíes y copas de cobre, anímala a cruzar ríos de besos cómplices, de caricias eléctricas... Súbela a las torres de papel de las más altas colinas y que vuelva a gritar. Que se vacíe de sí, que se forje una nueva armadura de sedas y botones, una nueva coraza, limpia de rasguños y abolladuras. Deja que tu mente despierte, que abra sus ojos, que cree mundos dispares y los conquiste, o los destruya, y que gobierne a su antojo. Deja que tu mente vuele libre bajo las olas o navegue en un mar de nubes rosas, deja que grite, que hable, que no se guarde nada, que no cargue con lastres que solo conoce ella.

Abre los ojos.

¿ves? ¿qué importan las lanzadas que acometen tus oidos y tus párpados? Respira hondo, mira a tu alrededor y desprecialo. Incrépale que no pueda mejorar, que no pueda ni soñar con parecerse a tu mundo. Sonrie, da otro sorbo de café, suspira. Piensa que tu mente siempre estará ahí; perfecta, triunfante. ¿la ves?


Cierra los ojos.