Estoy asustado. Simple y llanamente, estoy asustado.
A punto de entrar en pánico cada cinco minutos;
me basta con pensar, y ya ni si quiera necesito cerrar los ojos.
El mundo se me hace enorme
y plano,
y frío;
y cuanto más corro más rápido gira, aunque yo vaya en dirección contraria.
Y miro el reloj, la aguja horaria, y te juro que el tiempo no pasa, y aún así sé que fue ayer.
O incluso pudo ser hace unas horas.
Pero las demás agujas se mueven rápido y me ponen nervioso.
Sé que no, y, aún así, aprieto los dientes mientras duermo.
Me muerdo los labios tan fuerte que me despierta el sabor a metal en mi lengua.
Me cuesta abrir los ojos,
y esta vez no es que se me hayan pegado las sábanas.
Me aterroriza la palabra "mañana"
y el verano,
y todo lo que no sea el "hoy" y el "ahora".
El "ya".
El "aquí te pillo, aquí te mato".
Y me preocupa;
me preocupa hasta el punto de volverme insoportable. Incoherente. Repetitivo. Tedioso.
Difícil de aguantar.
Pero intento que no se me note.
Que parezca que solo soy un bruto; un celoso, un pesado.
Pero miro el reloj y parece un cronómetro
y por más veces que lo golpeo, no se rompe.
Te necesito con cada golpe de segundero, y he aprendido a respirar al compás del "tic-tac" más cruel de la historia.
A olerte el pelo
y a picarte.
A tocarte la nariz y a morderte el cuello.
A memorizar tu cuerpo como un ciego lee Braille, como un loco se aprende las grietas de una pared.
Pero, aún así, lo digo en serio.
Me da miedo.
Que la cuenta atrás me acojona,
y quiero llegar al cielo,
y no al cero.