jueves, 12 de noviembre de 2020

12/11/2020 ·À la haute amour d'un cœur sombré·

Qué curioso que duela no sentir dolor,

será nostalgia de llorar fuerte,

será envidia de quemarlo todo,

puede que de abrazarse,

de soltarlo.

Será.


Será el recuerdo de lo sentido,

de las palabras bonitas,

los piropos

y los mimos.


Las noches de "a dos",

las vueltas en la cama, 

el sonido de los besos, 

los jadeos, 

el cuerpo erizándose, 

el tacto de unos pies helados,

relámpagos en el cuello,

fuego en los labios 

y un huracán de piel y de lujuria.


Será el calor de las sábanas arrugadas, 

la tristeza de la luz del sol, 

o sus rayos dibujando formas en su cuerpo. 

Su pelo, 

su boca entreabierta

y sus ojos cerrados.


El metrónomo de su pecho al respirar.


Qué curioso que duela no sentir dolor. 

Qué extraño oler café y no verte, 

ni encontrarte en el fondo de cada copa de vino,

ni a la vuelta de la esquina.


Qué nuevo esto de pensarte y no dolerme,

de follarme la mente yo solito,

de encontrarte y no sentir escalofríos. 


Qué peligroso.


Hablar francés y no escucharte,

compartir canciones

 y no contigo,

ser leyenda y ser yo mismo,

ser un mito. 


Qué curioso que duela no sentir dolor,

ya no sé con qué torturarme,

me hago sangre con recuerdos

y no sangro,

me hago el muerto y nadie llora,

ni siquiera tú,

ni siquiera yo.


Me lanzo del alero del templo

por el vértigo, más que nada,

-la apatía-

y nadie me tienta como antes. 


Cruzadas de fuego y sexo,

de almas en pie de guerra,

de orgasmos culpables y rabiosos

de amor

 y gloria,

y tangos de duchas frías de agosto.


Extraño que no me duelas,

es curioso,

cómo la piedra se enfría,

como el corazón se agrieta

y suelta el veneno del desamor,

del cariño frustrado y de los puños apretados,

del llorar en silencio y del pedir perdón para ser perdonado.


Qué peligroso es haberte olvidado,

haberme desecho de todas las vendas que me gané,

del alcohol de quemar y la bebida,

de las toallas mojadas y tu olor.


Qué peligroso olvidar lo que me enciende,

lo que aviva las ascuas de mi ira,

lo que me empuja a vivir y a desearme

día a día,

cama a cama,

a coger aire y sumergirme solo

a buscar las piedras más brillantes,

más oscuras

y más pesadas.


A coleccionar suspiros de placer,

y a hacer lo que me da la gana.