sábado, 5 de noviembre de 2022

Sin títulos de mierda.

 Escribo esto porque ya no sé qué más puedo hacer. 

Llevo meses y meses dándolo todo, adaptando cada minuto de mi día a día para casarlo con el tuyo. Dando vueltas a ciegas y esperando interminablemente. Llevo meses resignándome ante la aplastante realidad: Sólo yo me adapto, sólo yo cambio y me muevo, sólo yo me implico... 

He cambiado hasta mi forma de vivir, a cambio de nada, ni siquiera a cambio de cambiar dos putos nombres en dos contactos del teléfono, ni siquiera a cambio de dejar de ser invisible, de existir; ni siquiera a cambio de la pertenencia exclusiva de palabras como "amor", "cielo" o incluso "manitas preciosas". He puesto mi vida patas arriba para que otro reciba esas fotos que "te da vergüenza mandarme". Para tener que apretar los dientes y aguantar el golpe en el pecho porque soy, literalmente, el último mono. 

Es como tirar de una montaña con una cuerda de hilo. Sabes que no vas a conseguir nada, salvo que se rompa la cuerda. Y la hostia que viene después. 

Me empiezo a sentir como aquella vez. Como apartado de todo, solo. Como si el resto del mundo estuviera detrás de una pared de cristal. Todo está empezando a dejar de importarme. Me siento un autómata, y ni eso. Todo iba bien, todo estaba bien, y, al parecer, es verdad eso de que los tontos son más felices. No sé qué puedo hacer, ni cómo, ni si hacerlo. No entiendo nada, y creo que no debería querer entenderlo. Vuelvo a sentir esa presión constante en los pulmones, esa resistencia de mi cara a sonreir, ese dolor sordo en todos los huesos. Y no quiero. No puedo. No sé.