Siempre he tenido cierta fe en los dichos y frases de mis abuelos, esos que siempre parecen cumplirse.
Pero son mentiras. Mentiras, mentiras y más mentiras.
Si fuesen ciertos hoy no me aplastaría el peso de estas putas sombras que me abrazan, que aunque con el tiempo les he cogido cariño, pesan.
Podría sonreir, y por dentro también, sin engañar por una vez a esa parte de mi cerebro, mi corazón, o lo que sea que siempre se traga eso de que ya no te quiero, que ya no me haces falta.
Pero, en el fondo, cada fibra de mi ser, cada hilo de mis pensamientos, cada palmo de mi piel, tiemblan y se revuelven tanto cuando te veo (o incluso sólo con pensarte) que me atemoriza explotar y dejar de sentir(te), Y es que sólo tu olor basta para derrumbarme, para tirar por la borda todo, para desmenuzar los muros que construí a base de mis cadáveres (todos los mataste tú). Solo verte hace que un millar de tormentas me atraviese de lado a lado, y consigue que todos mis puntos cardinales huyan y se escondan de esos rayos de todos los colores.
Sólo tu bastas para matarme y devolverme a la vida a capricho, y si, puede que para amar haya que ser valiente, pero quererte me hace débil, vulnerable, y no me quedan fuerzas para lucharte
Así que me quedo con las sombras.
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