Tú te lo pierdes. Eres tú el que ha perdido. No te odio, no, porque odiarte significaría sentir algo por tí, y no mereces ni eso.
Te he borrado de mi vida, de mi día a día, de mis fotos y mi tiempo. Ya no espero tus mensajes ni tus buenas noches. Ya no las quiero. No quiero nada.
Me enamoré de tí. De las promesas de algo nuevo y diferente, me enamoré de lo rápido que conseguiste que olvidase, o que al menos me diese igual. Me enamoré, y me desenamoraste.
Pero hoy quien llora eres tú, porque te has quedado sin nada. Yo maté por tí. Me maté por tí, y no me arrepiento. Pero no lo mereces.
"Soy hielo" decías, "No siento", pero te he susurrado palabras al oído que te han hecho llorar. He suspirado promesas que han hecho que te destapes por las noches.
Porque soy fuego. No soy ni el fénix ni el dragón. Soy su fuego. Soy la hoguera en medio de un bosque en invierno, y el calor de la estufa en la montaña. Soy el humo que respiraste "después" y las quemaduras que provocaba mi piel dormido.
Soy todo eso, y ya no lo tienes.
Te has quedado sólo. Te ofrecí mi mundo, y te aprovechaste de él. Te abrí las cuatro puertas de mi vida y sólo querías robar los picaportes. Y eso nunca.
Has hecho daño, y te lo seguirás haciendo.
Porque la sangre es lo último caliente que te queda. De momento.
Soy fuego.
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