Me niego a creer en la raza humana. Me niego a pensar que todos son tan estúpidos como aparentan. Me niego a decir amén ante unas criaturas que no se merecen ni un hola. Pocas personas conozco que sean capaces de seguirme el ritmo. Que sean capaces de mirar más allá de lo que les dicen sus bajos o sus ansias, más allá de lo que todos esperan de ellos.
Pocos me entienden, aunque tengan el libro de instrucciones delante de sus narices. Pocos entienden el placer de saltar de un tema a otro con el mínimo o nulo nexo de unión. Pocos entienden la sensación de paz que da buscar una guerra, o quemar las calles a base de leer libros. Pocos entienden que el sexo y el amor no van de la mano, sino que de vez en cuando chocan los cinco, y que la fe mueve montañas, pero caminando se va más lejos. Pocos ven más allá de las palabras, y no entienden que hasta la más mínima postura cuenta una historia.
No pido que me entiendan, ni que lo intenten; porque la gente de hoy no ve más allá de una pantalla, no capta la sutilidad de una mirada, ni todos los tormentos de un suspiro. No creen que sea malo tener filtros, y dicen lo que sienten envolviéndolo en papeles de colores, para que la foto sea más bonita. No respetan los vínculos, ni creen en la pasión a primera vista. No saben hablar. No saben crear, solo copian y plagian de forma automática atribuyéndose proezas que pertenecieron a los griegos, y no entienden ni siquiera el horror de mirarse en un espejo. Se gustan, porque se conforman.
No ven que la belleza es cruel, porque piensan que lo que ven es belleza. Pero no, se confoman con apariencias y vestidos, y sonríen estúpidamente pensando que lo tienen todo.
No teneis nada.
Si jamás habeis llorado con un libro, un libro de verdad, pensando mil torturas para devolverle al autor lo que os ha hecho; si nunca os habeis sonreido, solos, con los ojos cerrados, con un trago de vino en la garganta pensando que os sobraba hasta la piel; si en ningún momento habeis deseado ir a dormir para soñar con algo que se os ha ocurrido a las dos de la tarde, entonces no sabeis lo que es tener. No os teneis ni a vosotros mismos. Creedme.
No espero que nadie entienda esto. Lo que escribo es tan caótico como lo que pienso. Pero en el caos siempre hay un orden, y ese orden es lo más bonito que podreis observar nunca. La cara de alguien al que le rompes los esquemas; ver en sus facciones cómo se van hundiendo todos los puentes preconcebidos y cómo intenta construir unos nuevos; ver en los ojos de alguien cómo arden las torres de sus ideas, y cómo te implora que le ayudes a erigir una aún más alta; cómo destroza al fruncir el ceño los palacios de sus conocimientos y comienza a crear bibliotecas. Eso es belleza.
No espero que lo comprendáis, pero si lo haceis es porque aún merecéis la pena.
No espero que me creáis, porque el que cree se conforma, y el que se conforma muere.
No quiero que me creáis, quiero que me digáis: ¿fe? eso déjaselo a los creyentes. Yo pienso.
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