domingo, 26 de enero de 2020

26/01/2020 Réquiem por el príncipe y el bufón

Lo quemaría todo. Reduciría este mundo a cenizas y las esparciría por el universo entero.

Esta historia va de venganza y justicia,

de no-amor,

de obsesión y ceguera,

de mentiras y medias verdades.


De doble o nada,

y por no nadar se ahogaron,

una historia tan triste que es un réquiem.

Pues los cuentos de príncipes y bufones ni siquiera existen.


Sigo dando vueltas en la cama sin saber qué ha pasado,

por qué te hice caso y te volví a abrazar.

Por qué te invité de nuevo a mi mundo, ese que hacía tan poco me había tocado reconstruir.

Por qué volví a llevar tus colores y tu bandera, defendiendo falsas promesas en un campo de batalla

que ya estaba sembrado de cadáveres.

Por qué me empeñé en hacer de tripas corazón y me marqué un órdago a la grande

cuando aún estaba en banca rota.

Pero soy así.


Tan ciego, tan tonto, tan ridículo

que me desvivía porque vivieses,

que moría y mataba por ti

a cambio de un triste plato caliente.

Y de una cama en la que siempre éramos demasiados.

Te lamía las heridas cuando las que me infligiste tú me estaban desangrando,

pero me vestí de rojo y seguí a tu lado.


Me tatué tu alma en mi cuerpo, y hasta hoy sólo pensaba en arrancarla. Me convertí en el abanderado

más patético del reino,

y aún así luchaba con una sonrisa

por mucho que llorara por dentro.

Me dediqué a reconstruirte, cuando era yo el que seguía en ruinas.

Y no te importó una mierda.


Te reservaste los escudos y me dejaste a mí las espadas, por eso yo sólo recibía cortes.

Te ocultabas en tus cuevas de impotencias y apetencias,

de falta de ganas,

de hielo.


Me llamabas luz, pero mi oscuridad es más profunda  que la tuya, que ni siquiera es sombra.

Te elevé a las alturas, y tú pensaste que te habían crecido alas.

Ya quisieras.


Ahora ya no soy ese triste bufón amenazado,

encadenado,

y todo tu mundo se desmorona, porque ni es tuyo ni es mundo.


Baila, canta, sonríe,

que todos aprendimos la mentira en la misma escuela,

y conocemos todas los ases de la baraja.


Enamórate, ama, se feliz,

que por mucho que lo intentes jamás lo harás de verdad,

porque nunca te has bajado de tu trono

y tu castillo de papel ahora arde en llamas.


Tuviste dragones, y hoy te rodeas de sabandijas que buscan dormirte para devorarte.

Que lo hagan, hazte ese favor.

Haznos ese favor.


No cantes mis baladas, ni aplaudas mis recitales,

no creas que me haces falta,

porque sólo se echa de menos lo que se pierde,

y yo nunca perdí nada.


Vuelve al averno del que saliste,

al rechinar de dientes,

al batir de alas correosas,

y llora.


Llora por todo lo que te falta,

llora masticando tu amargo corazón,

porque es amargo y solo tuyo.


Ruge cuando veas que en mi cielo sale el sol,

y congélate de frío allí abajo,

y espera el golpe de gracia.


Con miedo,

temor,

y un zumbido sordo en los oídos.


Porque llegará,

y lo que tú gritas que es venganza,

yo lo atribuyo a la justicia,

que es muy diferente.


La primera nos necesita

y necesitamos la segunda.


Convertiré tu vida en un infierno,

simplemente cerrándote las puertas del cielo,

para que veas que sin matarte, ya moriste;

y que los cadáveres no aman.

No sienten.


Ahora el bufón tiene su propia bandera,

y sus colores brillan más que los del príncipe destronado.

El bufón canta y lo rodean,

el príncipe llora y nadie acude.


Bienvenido al resto de tu vida,

que elegiste tú y nadie más,

porque ningún otro lo escogería.


Todo tuyo.


Yo sigo bailando vestido de negro,

de fuego,

de oscuridad de la buena;

de luz de sol y de luna.


Confórmate con tu corona,

y mira a ver si mi brillo se refleja en ella.


Nada es gratis en esta vida, y a ti aún no te han pasado la minuta.

Todos acabamos pagando, y es el tiempo el que pasa factura.











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