¿ Qué es esto que me pasa?
Siento arder mis huesos,
vibran, tiemblan y se hacen polvo,
se derriten como cera junto al fuego.
Se me embota la cabeza, y todo se vuelve de colores
fríos, cálidos, dulces,
y ruidosos
como castillos de mármol y obsidiana cayendo por un acantilado, hundiéndose en el agua oscura del mar en la noche.
y me río.
inevitablemente
inconsciente, demente, en medio de un juicio que solo puedo perder.
y el juez lo conoces
y eres tú.
Tú y tu manía de no quererte
y de odiarte por ello.
Un juicio en el que el corazón es un bastardo y siempre pesa más que la pluma.
y mi sentencia la escribiste de tu puño y letra.
Y qué jurado.
inclemente e indecente,
de labios que no dicen nada y ojos que lo gritan todo,
de sexo
sudor
y lágrimas.
De cuerpos a media asta y piel de gallina,
de sonrisas incoherentes y manos tímidas que buscan
pero no encuentran.
Porque solo se puede buscar lo que no se tiene.
¡Qué juicio digno de la historia! ¡Qué dulce condena sin jaula!
y mi voz, tu veredicto
eterno e inamovible como las pirámides, como los tiempos.
Como los mitos del hombre.
Se me congelan los labios de calor, cielo, de no verte, de no besarte, de no escucharte.
y cada día,
cada noche,
se me hace más duro meterme en la cama, desnudo, y guardarme el sol que sale de mis entrañas,
de mi hoguera,
de la cuna de mi corazón bastardo,
que duerme contigo.
Que te abrasa.
Que late fuego y espuma,
que te calienta los pies y te hace cosquillas detrás de la oreja.
Qué dulce vacío en el pecho, amor.
Qué bendita puntería la de Cupido,
que me arrancó el corazón del pecho, que no era mío,
y se lo llevó a su verdadero dueño.
Guárdalo bien, vida,
que no se apague,
porque eso significará que habré muerto.
Esta es la mejor manera que se me ha ocurrido para intentar explicar un poco lo que sentí el día que empezamos a salir.
Feliz medio año a tu lado, mi vida.
Te quiero
Y.
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