sábado, 24 de diciembre de 2016

RELATOS: Íncubo

Nadie consiguió arrancarme la verdad. Lo intentaron todo: Me ofrecieron recompensas títánicas y me torturaron salvajemente. Nada. Ni una palabra se coló entre mis gritos y gemidos. Lo probaron todo. Incluso trajeron del mismísimo infierno un demonio; una mujer que llevaba escrita la palabra Lujuria en sus labios, en sus ojos del color del trigo tostado, en sus interminables curvas; el aire la susurraba cada vez que se deslizaba entre sus dientes perfectos, sus pestañas la deletreaban con cada aleteo. Pero no sucumbí. No podía hacerme nada. Incluso el tacto carnoso de sus labios rozándome el cuello, incluso su promesa del paraíso si le contaba la verdad, eran grises y deslucidos para mí. Días y días tuve que mantener una férrea voluntad para no entregarme a ella, para no fundirme con su piel tostada y enredar mis dedos en su melena negra como las profundidades de los océanos. Hasta que un día, viendo que no conseguiría nada, se transformó en lo que realmente era, se mostró tal y como la crearon: Un súcubo; una bestia tan cruel como bella, con dos enormes alas de plumas carmesíes y los dientes afilados como agujas, con unos ojos donde ardía el fuego de los nueve infiernos. Me acorraló en la esquina del habitáculo que había sido mi prisión durante días, meses, años, que mas da, no llevaba la cuenta. Se irguió en toda su diabólica majestad y chasqueó un látigo larguísimo con espinas como de rosal que llevaba en la mano derecha, dispuesta a destruírme... Y en el momento en que alzaba el látigo y yo me disponía a cerrar los ojos a mi funesto destino, la negra hoja de una espada asomó en su pecho, y al retirarse, el demonio ardió en una violenta llamarada que rugió acompañando sus gritos de dolor.

Cuando el súcubo desapareció, pude ver a mi salvador. Si el demonio poseía una belleza cruel, casi ofensiva; el espadachín era todo lo contrario. Era bello. Bello de verdad. Era alto, y unos músculos definidos se adivinaban bajo el traje de combate que llevaba puesto. El cinturón de armas reposaba en perfecta armonía sobre la línea de su cadera, y un mechón de cabello rubio se metía en sus ojos.

Unos ojos verdes que me miraban fijamente.

•••••••CONTINUARÁ•••••••

viernes, 9 de diciembre de 2016

09/12/2016 Fuego

Tú te lo pierdes. Eres tú el que ha perdido. No te odio, no, porque odiarte significaría sentir algo por tí, y no mereces ni eso.

Te he borrado de mi vida, de mi día a día, de mis fotos y mi tiempo. Ya no espero tus mensajes ni tus buenas noches. Ya no las quiero. No quiero nada.

Me enamoré de tí. De las promesas de algo nuevo y diferente, me enamoré de lo rápido que conseguiste que olvidase, o que al menos me diese igual. Me enamoré, y me desenamoraste.

Pero hoy quien llora eres tú, porque te has quedado sin nada. Yo maté por tí. Me maté por tí, y no me arrepiento. Pero no lo mereces.

"Soy hielo" decías, "No siento", pero te he susurrado palabras al oído que te han hecho llorar. He suspirado promesas que han hecho que te destapes por las noches.

Porque soy fuego. No soy ni el fénix ni el dragón. Soy su fuego. Soy la hoguera en medio de un bosque en invierno, y el calor de la estufa en la montaña. Soy el humo que respiraste "después" y las quemaduras que provocaba mi piel dormido.

Soy todo eso, y ya no lo tienes.

Te has quedado sólo. Te ofrecí mi mundo, y te aprovechaste de él. Te abrí las cuatro puertas de mi vida y sólo querías robar los picaportes. Y eso nunca.

Has hecho daño, y te lo seguirás haciendo.

Porque la sangre es lo último caliente que te queda. De momento.

Soy fuego.

viernes, 30 de septiembre de 2016

30/09/2016 Y sigo sin saber.

Porque a veces parece que no basto, o por si piensas que no me bastas. Para que te quede muy claro que solo es de día si me despierto contigo. Te quiero. (R).





Todo es luz y color contigo.
Todo es magia, y poesía de la que me gusta, y vientos bebidos con gusto y mares de arena fina navegados en barcos sin velas.

Todo contigo es día, hasta que llega la noche.

Noche que no eres tú, que eres descanso y sueño. Noche oscura de la que San Juan de la Cruz huía, por la que Santa Teresa lloraba. Esa noche que me cierra los párpados pero que no duerme mis ojos.
Esa noche que me persigue incluso cuando tú me alumbras y me abrasas. Esa horrenda noche que, supongo, jamás me dejará tranquilo.

Pero yo lucho,créeme, por favor.

Créeme cuando te digo que intento abrir los ojos y mirarte. Créeme que lo consigo, y que no hay nada que acelere más mis latidos que una sonrisa tuya. Pero cuando anochece pierdo sangre, y sigo sin encontrarme la herida. Sigo sin saber dónde está. Te juro que la he buscado, en mi piel, en mi cabeza, en mi corazón, en mi alma... Pero sigue sin aparecer, la muy puta.

Por esto decidí bañarme en sal y alcohol, para cerrarla, estuviera donde estuviese.

Por favor, ama mi noche como yo amo tu día, por favor, no te asustes y no huyas. No corras y me dejes solo. Por favor.

Soy horrible cuando cae la noche. Lo sabes. Lo has visto. Lo siento.

Haz que amanezca de una vez, y te demostraré lo que brillan ocho Soles juntos.


sábado, 27 de agosto de 2016

27/08/2016 Sólo yo.

"Porque a su lado he ardido como nadie jamás lo ha hecho, ni lo hará. Porque incendia cada átomo de mi cuerpo con sólo nombrarme. Porque espero abrasarme hasta que únicamente queden mis cenizas en una urna."  Te Quiero, R. M. G.

Todos dirían que es un chico corriente, normal, sin nada que lo diferencie o distinga del resto. Pero yo no soy todos.

Sólo yo sé que disfruta como un niño pequeño con cualquier tontería. Que su risa contiene más música que una pieza entera de Beethoven. Que cuando duerme te busca inconscientemente para abrazarte.

Sólo yo sé que si se queda mucho tiempo mirando al infinito sus labios se separan, como para dejar escapar los pensamientos que, de otra forma, se habrían atrincherado en su interior.

Sólo yo sé que, de perfil, la línea de su mandíbula pone celosos a los dioses griegos más representados por clásicos escultores, y que la Venus de Milo aplaudiría si ve el juego de sombras que se reparte por su cuerpo.

Sólo yo sé que artistas y musas llorarían amargamente si no hubiera existido, y que los cánones de belleza serían hipotéticos si él no fuese real.

Sólo yo sé, que si le hablas despacio y al oído, se le entornan los ojos y la comisura izquierda de su labio se alza tímidamente, temerosa de romper la armonía que es todo él.

Sólo yo sé que habla tanto y tantas veces para no escucharse a sí mismo, porque tiene miedo de tener razón; y que cuando se calla es porque discute con esa voz molesta que el no llama conciencia.

Sólo yo sé que si le abrazas muy fuerte llora, y que sus labios saben a gloría incluso con la sal de sus ojos. Que si le miras fijamente notas lo fuerte que late su corazón, tanto que todo su ser palpita mientras sus pulmones retienen el aire que respira, para luego soltarlo y devolverlo a donde pertenece.

Sólo yo sé que pasa frío por las noches, aunque él diga que es de hielo, y que sus pies buscan los tuyos hasta que despierta sobresaltado.

Sólo yo sé que es capaz de besar dragones y luchar contra princesas, y que tiraría la torre para construír un chalet. Sólo yo sé que bajaría al infierno a desayunar sólamente para tocar los cojones a Hades y poder contármelo luego. Sólo yo sé lo que le quiero. Sólamente yo soy consciente.

Sólo yo sé que él no es mío, pero espero saberlo sólo yo. El resto de mi vida.


lunes, 20 de junio de 2016

Y por no pegarte escribo 19/06/2016

Piensas que gente como tú es necesaria, imprescindible, insustituible.... Y no.

Eres mala. Eres perversa y pérfida, como si tu vida fuese una tediosa interpretación eterna de las griegas arpías, o de las viejas Grayas, manejando a los demás a tu antojo, cortando sus hilos para limpiarte el veneno enquistado que se te encostra entre los dientes despues de cada vómito de sapos y serpientes que sale por tu boca cada vez que la abres.

Y me das pena. No, asco y pena. Repugnancia y tristeza. Porque vas a acabar sola.

Tuviste que caminar por la acera de enfrente como una extraña porque las personas de la tuya ni te dirigían la palabra. Te cansaste de desprecios y muecas y decidiste asumir su papel. Pero para tu información, mocosa, la vida te devuelve lo que das, y tu das asco, y muchos dolores de cabeza.

El día que despiertes leones y dragones, corre. Corre mucho, porque nadie te cubrirá las espaldas.

Y disfrutaré viendote sangrar.

lunes, 9 de mayo de 2016

09/05/2016 Catarsis


Siéntate. Mete la cucharilla en la taza. Inspira el olor del café. Pega un trago.

Cierra los ojos.

Te satura el barullo que se arremolina en tus oidos. Sonidos estridentes de motores, conversaciones impersonales que a nadie importan, música de ambiente que se cuela entre tus pensamientos como huyendo de su origen, escondiéndose en lo más profundo de tu cabeza impidiéndote pensar con claridad.

Abre los ojos.

Una explosión de colores reverbera tras tus párpados. Te engulle en un torbellino de azules, rojos, verdes, negros, blancos... Mires donde mires los ves: anuncios que no significan nada para tí, carteles de empresas que jamás te aportarán nada, pancartas sugerentes e implorantes de atención. Te supera. No puedes más.

Cierra los ojos.

Abre tu mente. Deja que divague salvaje buscando fantasías enfermas que poder cazar, presas fáciles con que llenarse el estómago. Hazla volar por cielos rojos de nubes plateadas, bajo una lluvia de esmeraldas que repiquetean como granizo pero sin su frío adormecedor. Haz que grite, que se desgañite y se quede afónica, que regale al viento todo lo que nadie más quiere, que este se lo lleve lejos, donde alguna mente valdía acogerá las palabras que mece.

Zambúllela en aguas blancas como la nieve, y cálidas bajo la luz de un astro ardiente que no abrasa. Déjala bucear entre corales de historias olvidadas y naufrágios de versos rotos. Permítele buscar ese cofre lleno de monedas de oro, y tirar una al aire y escoger otro destino.

Abandónala entre árboles de rubíes y copas de cobre, anímala a cruzar ríos de besos cómplices, de caricias eléctricas... Súbela a las torres de papel de las más altas colinas y que vuelva a gritar. Que se vacíe de sí, que se forje una nueva armadura de sedas y botones, una nueva coraza, limpia de rasguños y abolladuras. Deja que tu mente despierte, que abra sus ojos, que cree mundos dispares y los conquiste, o los destruya, y que gobierne a su antojo. Deja que tu mente vuele libre bajo las olas o navegue en un mar de nubes rosas, deja que grite, que hable, que no se guarde nada, que no cargue con lastres que solo conoce ella.

Abre los ojos.

¿ves? ¿qué importan las lanzadas que acometen tus oidos y tus párpados? Respira hondo, mira a tu alrededor y desprecialo. Incrépale que no pueda mejorar, que no pueda ni soñar con parecerse a tu mundo. Sonrie, da otro sorbo de café, suspira. Piensa que tu mente siempre estará ahí; perfecta, triunfante. ¿la ves?


Cierra los ojos.


miércoles, 27 de abril de 2016

27/04/2016 Delirios y Demencias

A veces, sin darme cuenta, me sorprendo a mí mismo sondeando los pequeños rincones de mi mente. Esquinas polvorientas de una gran mansión que siempre olvido limpiar. Llenas de telarañas y difusas por el polvo, tientan a mi exasperante manía de querer saberlo todo.

Me acerco y comienzo a percibir formas. Siluetas, sombras y una escala infinita de negros y grises que me incitan a conocerlas, a exigirles su nombre y apellidos, su código postal y la razón por la que siguen ahí.

Y no estoy loco cuando digo que los rincones me responden.

Me cuentan batallitas, cual anciano ebrio de sabiduría robada al mismísimo Cronos a hurtadillas. Me hablan de historias pasadas. Relatos que ya tenía olvidados, o que había decidido desterrar de los salones y recintos del palacio de mi pensamiento. Me susurran viejas promesas encorvadas y cheposas, sufrientes por mantenerse en pie, hacinadas en asilos esperando la visita de la familia que nunca llega.

Me narran cafés de domingo y copas de madrugada. Broncas, risas y juegos de roll en los que dos dados sentenciaban cada paso que daba, mandando al paro al aficionado ese al que llamamos destino.

Me acarician con palabras de lujuria que excitan mis ideas haciéndolas explotar en una vorágine de orgasmos celestes, provocando que los cristales de mis lámparas tintineen en agradecida respuesta.

Pero cuanto más me hablan más conozco esos lúgubres rincones.

Y menos me gustan.

Lo que me parecian arrullos y cuentos nocturnos se transforman en lamentos estridentes y tañidos de campanas de muerto; sus caricias son zarpas que desgarran mis sentidos grabando su desalmado propósito en mis entrañas, mordiendo mis límites para cegarme con antiguas y efímeras glorias.

Yo, al contrario que vosotros, historiadores de mi pasado, renegué de Cronos y abracé a Kaisós, que  sus regalos suelen ser mejores, o menos dolorosos a largo plazo.

Yo, rincones de basura y restos inmundos, os despojé de todo valor porque erais la manzana podrida del cesto y os exilié a las tinieblas para que, como dicen las escrituras, fuera el llanto y el rechinar de dientes.

 Yo, marchitas complices traidoras, os borré del registro de mis sueños e ideales, pues el árbol seco ha de ser cortado o se incendiará el bosque cuando le golpee el rayo para partirlo en dos.

Hoy incinero vuestros grises, y calcino vuestras pegajosas telarañas.
Hoy pulo vuestras superficies y os libero de toda la carga que portabais. Hoy os convierto en nuevos archivos de emociones, deseos y delirios de imponentes alas. Hoy hago limpieza y dejo la mente en blanco. Borro la hoja de papel que soy y comienzo a escribir con tinta.

Hoy, escribo alegorías y demencias que se muerden la cola.

Hoy,  pienso dejar de pensaros y empezar a pensar de nuevo.

sábado, 19 de marzo de 2016

19/03/2016 Vuela.

¿Desde cuándo vuelas con las alas encadenadas?

Te veo, te miro, y se me parte el alma. Cuando observo todas esas cicatrices, esas finas líneas blancas escondidas en el fondo de tu ser... Tu historia no es un cuento de hadas. No es una película Disney de las que terminan con un "fueron felices y comieron perdices".

Y aun así aquí estás, levantando el vuelo sin importarte tener una pata atada al suelo. Aquí estás, como un recordatorio a gritos de que la vida se come, o te come ella a tí. Aquí estás, como una prueba viviente de que quien algo quiere, algo le cuesta.

Pero siempre se puede regatear para negociar el precio.

Te admiro. Admiro tus ganas de vivir (aunque tú digas que no te quedan) y las fuerzas que inviertes en subir la persiana todas las mañanas. Es increíble. Eres increíble.

Mi canción favorita dice: "Me recordareis durante siglos".

¿Y a caso no es esa la única impronta que podemos dejar para señalar nuestro paso por el mundo?
Aquí está el dilema. Si nada va a cambiar, si todo da igual: ¿Por qué no jodernos a plazos para adelantar ese momento de dejar toda la "mierda" que nos ha tocado?

Te explicaré por qué:

Ante esta triste percepción de la realidad se puede pensar de varias maneras. Puedes decir: "Voy a trabajar duro, perseguir mis sueños y darlo todo en el trayecto", y la gente dirá: "Qué valiente" "Qué admirable" "Yo quiero ser como él". Y se te recordará, como modelo humano, como símbolo de tesón y fiereza. Y viviras cientos de años.

Puedes pensar: "Soy un desgraciado, a ver si esto se acaba ya" y hacer todo lo posible para conseguirlo. Y la gente se olvidará de tí, te compadecerá y evitará ser como tú.

Te escribo estas palabras para que caigas en la cuenta de que el valor que nos dan los demás no importa. No sirve para nada. Pero porque nos valoran tanto como nosotros les hacemos creer que nos valoramos.

No es ego, es amor propio.

Si crees que eres un héroe adelante; haz cosas de héroe y todo el mundo esperará que lleves capa. Sé quien quieras ser, lo sepas o tengas que descubrirlo, y todo el mundo te verá nítido y definido.

No te mates, no te suicides poco a poco; si estás aquí no es pura casualidad, no es el azar del universo ni nada por el estilo.

"Todo pasa por una razón"

Jamás en la vida había escuchado una frase más cierta. Todas y cada una de las cosas que ocurren tienen su razón de ser. Todas, incluso las malas, porque primero tiene que hacerse de noche para que amanezca un mañana.

Esto es por lo que admiro a ese ave encadenada que sigue abriendo las alas al cielo, porque espera romper sus cadenas, solo, sin pedir ayuda a nadie, esperando que los demás aplaudan cuando se eleve al Sol.

Sigue volando, que las cadenas se oxidan, y las cuerdas se rompen. No lo olvides nunca, eres tú contra el mundo. Y sólamente uno puede ganar.

El mundo es viejo y se mueve despacio.

Vuela.

sábado, 12 de marzo de 2016

11/03/2016 Pequeño Gran cuento del Sinsajo.

Si nos quisiéramos la mitad de lo que nos gustaría que nos quisieran, ya nos querríamos el doble de lo que en realidad nos querrán

El Sinsajo... No sé si conoces la historia de este símbolo. Bueno, sí, qué narices, claro que la conoces.

(seré estúpido...)

Significa libertad, rebelión, inconformismo, revolución...significa tantas cosas... Y no tuviste ni idea de usarlo.

Me lo regalaste tal fecha como hoy: Con el mismo frío, el mismo sol, la misma gente, disfrazada en un intento de evadirse emulando a sus héroes; el mismo lugar, el mismo motivo... Pero en un día completamente distinto.

Cuando me lo pusiste en la mano, de improviso, lo vi y se me aceleró el corazón. Era lo primero que me dabas, salió de tí, así, sin más...
¿ y qué hice yo? Pues lo único que me permitían los temblores que recorrían mi espalda y mis piernas, lo único que podía hacer respirando tan cerca de tí. Besarte.

Y desde ese momento se jodió. Me lancé a tu cuello, y te apartaste. Me quedé en blanco, mirando al suelo, mientras tú mirabas en todas las direcciones, como esperando encontrar a un francotirador apuntándote al pecho.

No entendía por qué lo habías hecho (ahora sí). No sabía qué había pasado para que me hicieras eso, pero tampoco quería saberlo. Me daba igual. Tenía un sinsajo. Tu sinsajo. Mi sinsajo...

Pero que mentira más grande. Libertad? Rebelión? Y una mierda.

Lo que me diste me ató a tí más fuerte que una cadena a tu cintura. Me hizo deponer las armas. Saqué la bandera blanca y guarde los dientes, pensando que esa era una señal de paz, y no de guerra.

Ese sinsajo fué mi venda, mis esposas, mis cuerdas, mis barrotes, mi mordaza... Y me gustaba, por fín podía dejarme llevar, relajarme, descansar por una vez y no estar todo el día alerta, esperando la hostia.



Menuda la que me diste. Menudas. Estaba tan feliz con mi sinsajo que no me dolían las que me diste ese mismo día. Ni me enteré, aunque luego me vi los hematomas.

Pero no me importaba. Estaba feliz, todo encajaba. Ahora ya tenías nombre. Mi sinsajo. Tú eras mi sinsajo y yo tu chico en llamas. O eso creía.

Recuerdo lo que me costó ir contigo a esa feria del manga, donde todo el mundo vestía nombres que no conocía, que sólo conocías tú. Recuerdo haber pasado ese día entero contigo, y hacía frío, pero el sol me brillaba más que el cuatro de junio.

Sigo guardando tu sinsajo, aún sabiendo que tu no guardas nada de mí. Ni si quiera un triste recuerdo.

Y cada vez que lo miraba pensaba en tí. Y te escribía, te hablaba...pensando que así conseguiría despertar algo (lo que fuera) que te hiciese recordar el fuego en que te hacía arder. A pesar de ser sinsajo de 13 distritos, te seguía queriendo para mí. A pesar de todo, seguía enamorado.

Y respondías.

Me contabas tu vida, como dando por descontado que me importaba, que me tenía que importar (así era) y yo intentaba darte consejos por encima de mis posibilidades, lo intentaba con todas mis fuerzas, esperando que algo te saliera bien, y te acordases de quíen te dijo qué hacer. Esperaba tantas cosas....

Y se me ocurrió decirtelo. "Oye, voy a ver qué tal estás, y me cuentas anda". Me vestí, me calcé y a la media hora me tenías en tu puerta inspirando hondo para que no se notase lo que me temblaban las manos. Y te ví. Por primera vez desde aquel martes que todo se fue a la mierda. Hola, desde que me fui y diste el portazo.

Todo mejoraba. Estabamos bien, o bueno, entiéndeme, pasamos de una guerra mundial a una de guerrillas, y en las treguas hablábamos como viejos y buenos amigos. Que ironía, nos llevábamos mejor así que antes.

Estupendo

Tú seguías siendo tú, y pensabas que habías cambiado. Creías que cambiar es no repetir los errores, pero no: es no querer repetirlos. Y tú seguías igual, y es más, seguías de errores hasta el culo. Yo ya no era yo. Bueno, sí que lo era, pero era una versión mejorada. Nada de dudas, nada de temblores, nada de miedos, nada de necesitar nada. Era yo y sin circunstancias. Y me iba bien. Muy muy muy bien.

Pero todo lo que sube, baja.

Las casualidades existen. Joder que si existen. Gracias a ellas llevo un mes sonriendo por las mañanas, y deseando que lleguen los sueños por las noches. Gracias a tus putos, estupidos errores de siempre.

"Confío en tí" me dijiste. "Se que puedo".

Mentiroso. No confiabas en mí. Confiabas en que todavía quedase algo de tí en mí que le dijese a mi conciencia que no podía hacerte eso, que te quería. Pero te falló el plan, chaval.

Y diste un ultimatum, como siempre que las cosas no son como deseas. Expusiste opciones, amenazaste y diste a elegir. Y por no demostrar nada, lo perdiste todo.

Te has hundido tú solito, Sinsajo. Tú y nadie más. Yo no he tenido la culpa de nada; es más, yo te tendí la mano, pero una de dos: O el orgullo te impidio cogerla, o mis llamas ahora te abrasan.

No acertaste al utilizar el regalo que me diste para ablandar la "coraza" que tenía a prueba de tí; tampoco para sellar la carta de desahucio que me echaba de tu vida.

Porque para mí no significa eso, y nunca lo va a significar. Igual que tú colonia no me hace cerrar los ojos si la huelo, o tu música (mejor dicho: MI música) no hace que se me acelere el corazón. Ya pasaste, ya está, se acabó. Tengo lo que quiero, y te aseguro que lo voy a valorar mil veces más que tú, que utilizas personas como si fuesen servilletas de cafetería.

Me alegro de todo esto. De todo. Porque el tiempo pone a cada uno en su lugar. Y el lugar de todas y cada una de esas servilletas está a años luz por encima de tí.

Ojo. Con esto no digo que no te quiera. Te quiero. Claro que te quiero. Pero hiciste que me diera cuenta de que necesitaba quererme más que quererte. Y aprendí a quererme tanto que me sobraba amor para otros, pero esos otros se lo merecían. Y ninguno de ellos será un sinsajo, pero se han ganado las alas de tal forma que ni volando les llegas a la suela de los zapatos.





miércoles, 10 de febrero de 2016

10/02/2016 Recuérdame que te olvide

Hoy recuerdo, por placer, o al menos por ese placer que encontramos en algunas clases de dolor, cómo eras, cómo fuíste.

Y automáticamente acuden a mi cabeza los escalofríos que sentí cuando me bajaron del cielo a balazos. Ese maldito peso en mis pulmones, el aire renegando de mí, no queriendo entrar en mi pecho, el calor abrasador de cientos de lágrimas de sal, el olor de mi almohada, nuestro olor, al que me aferré aquellos horrorosos días siguientes, donde rememoraba, como penitencia por mi elección, las tardes que pasábamos en tu cuarto, las risas, las cosquillas, las rabietas, los besos, las caricias, los juegos...

Me olvidaste, te olvidaste de mí, y tú ¿dónde estás? Mi cerebro lucha por saber y no saber. ¿te hago falta? ¿me echas de menos? ¿te acuerdas de mí?... No respondas, quiero saberlo, no me lo digas...

Partí el firmamento por tí, peleé con garras y dientes para hacerme un hueco entre tus sábanas, y lo conseguí.

Como otros tantos.

Dime, por favor, si me ha salido competencia; si alguien te abrasa como lo hacía mi fuego, si tu cuerpo encaja mejor en otro que no sea el mío.

Dime, por favor, que nadie ha hecho de tu habitación un lugar tan luminoso como cuando estabamos en él. Dime que fuí el último en tocar las cuerdas de tu guitarra, esa que escondes detrás de la puerta.

Dímelo todo.

Dime que no soy el único que tiene el corazón a medio sanar, que tú también tienes esa espina ya tan familiar. Dime que sí, amor, dime que sí.

Necesito saberlo todo para quebrar el cepo que aprisiona mis alas, y volar de verdad, bajo la luz del sol, o con las estrellas acariciando mis negras plumas. Como antes.

Devuélveme lo que te llevaste, que lo necesito, quiero volver a ser yo, por favor.

Me olvidaste, lo sé, te conozco como si siguieras siendo parte de mí. Conozco tus tormentas, tus truenos y tus vendavales, que utilizas para borrar tus pasados, para destrozar los castillos de naipes de colores que montábamos juntos.

Me olvidaste, te olvidé, pero aún te recuerdo. Espero que todas las noches, de una u otra forma, sigas suspirando mi nombre antes de apagar la luz, y que al desayunar veas nuestra historia en la espuma del café.

Recuérdame que te olvide, pero recuérdamelo mañana, que esta noche necesito el dolor para no pasar frío.

miércoles, 27 de enero de 2016

27/01/2016 Príncipe sin sangre azul

Te conocí sin querer, de casualidad, de golpe, y bendito golpe.

Y empezó el Juego.

Caíste en manos equivocadas, en labios equivocados (dime que mis manos no encajan mejor en tu cintura, o que mis labios no queman en tu cuello), y aún así aquí estamos.

Somos dos príncipes Disney que se quedaron sin princesa (oh, que mal), dos renegados que lo único que desean es respirarse.

Me encantas.

La curva de tu boca, las líneas doradas que recorren tu barbilla, tu espalda que es mi lienzo para pintar nuestras tardes de estudio, o nuestras mañanas de cafe, o nuestros viajes a Dublin a por cerveza...

No soy el primero en pintarte, pero ojalá me des tiempo para memorizarte, para aprenderte, para conseguir retratarte a oscuras y con los ojos vendados...

Me encantas.

Te quiero, Je t'aime, Te voglio, I love you... Mierda de idiomas que no tienen palabras suficientes, que no se acercan ni a un millon de kilómetros de lo que quiero expresar.

Digas lo que digas, el príncipe aquí eres tú. Mí Príncipe, mi chico Disney, pero ni si quiera te hace falta sangre azul, porque la mia arde al mínimo contacto de tus manos. La más leve caricia despierta en mí un volcán de emociones y escalofríos...

Me encantas.


Y me tienes encantado.

Te quiero R