lunes, 27 de noviembre de 2017

27/11/2017 Corazón bastardo.

¿ Qué es esto que me pasa?

Siento arder mis huesos,

vibran, tiemblan y se hacen polvo,

se derriten como cera junto al fuego.

Se me embota la cabeza, y todo se vuelve de colores

fríos, cálidos, dulces,

y ruidosos

como castillos de mármol y obsidiana cayendo por un acantilado, hundiéndose en el agua oscura del mar en la noche.

y me río.

inevitablemente

inconsciente, demente, en medio de un juicio que solo puedo perder.

y el juez lo conoces

y eres tú.

Tú y tu manía de no quererte

y de odiarte por ello.

Un juicio en el que el corazón es un bastardo y siempre pesa más que la pluma.

y mi sentencia la escribiste de tu puño y letra.


Y qué jurado.

inclemente e indecente,

de labios que no dicen nada y ojos que lo gritan todo,

de sexo

sudor

y lágrimas.

De cuerpos a media asta y piel de gallina,

de sonrisas incoherentes y manos tímidas que buscan

pero no encuentran.

Porque solo se puede buscar lo que no se tiene.


¡Qué juicio digno de la historia! ¡Qué dulce condena sin jaula!

y mi voz, tu veredicto

eterno e inamovible como las pirámides, como los tiempos.

Como los mitos del hombre.


Se me congelan los labios de calor, cielo, de no verte, de no besarte, de no escucharte.

y cada día,

cada noche,

se me hace más duro meterme en la cama, desnudo, y guardarme el sol que sale de mis entrañas,

de mi hoguera,

de la cuna de mi corazón bastardo,

que duerme contigo.

 Que te abrasa.

Que late fuego y espuma,

que te calienta los pies y te hace cosquillas detrás de la oreja.


Qué dulce vacío en el pecho, amor.

Qué bendita puntería la de Cupido,

que me arrancó el corazón del pecho, que no era mío,

y se lo llevó a su verdadero dueño.

Guárdalo bien, vida,

que no se apague,

porque eso significará que habré muerto.


Esta es la mejor manera que se me ha ocurrido para intentar explicar un poco lo que sentí el día que empezamos a salir.

Feliz medio año a tu lado, mi vida.

Te quiero

Y.









martes, 14 de noviembre de 2017

14/11/2017 Razones para escribir

Escribo porque te quiero,

o porque me odio.

Porque no sé gritar en silencio, o porque no me da la gana.

Porque me arde la garganta y ni tragándome las lágrimas se apaga el fuego.

Porque duele tan dulce que amarga, tan suave, tan áspero.

Tan placentero.

Escribo porque me sangran los dedos de tocar la guitarra. Porque me he quedado sin notas. Porque los silencios de blanca me salen perfectos.

Escribo porque tengo despellejadas las rodillas de subirme a los árboles,

de dormir de rodillas

de caer
y de nunca llegar al suelo.

Escribo porque lo necesito. Porque me quita el hambre y el sueño.

Y la sed.

Y la vida.

Escribo porque, al fin y al cabo, así sangra el alma y se desangra.

Así llora.

Así grita.

Y porque la tinta me cura las venas abiertas,

me calma la voz

y me abre los ojos.

Y porque así puedo morir sin hacerlo, cada noche, cada hora.

Y porque así vivo.

No escribo para que me lean. Escribo para leerme. Para conocerme. Para saberme.

Para esquivarme y engañarme.

Para quererte.


Y para no odiarme.

viernes, 13 de octubre de 2017

No, nadie, nunca. 13/10/2017

Nadie sabe

el dolor

que se siente.

Nadie se imagina con qué fuerza me aprisionan esas manos invisibles
cada centímetro de la garganta, el estómago, los pulmones y el corazón.

Nadie alcanza a ser capaz de sentir los golpes más fuertes en el cráneo
con un bate de béisbol que no puedes ver. y que no para.

Nadie,

nunca,

se ha dolido tanto como yo me duelo. Como duele mi historia,
como duele mi guerra.

Sin tregua,

y raras veces con cuartel.

Y yo sólo busco la paz. No una paz dulce y blanda, eso no.

Quiero una paz rápida, ácida y cortante, llena de fuego, de balas (de besos),
de caricias de metal y prisiones y cadenas. Y nadie lo entiende.

Nadie me entiende.

No conozco quien comprenda lo que es ser yo,
lo de odiarme tanto como parece que me quiero.

Lo de mirarme y no querer verme, y viceversa.

Esa seguridad en mí mismo que no es más que un puto papel de burbujas,
que después de abrazar un par de cactus, es más inútil que el papiro mojado.

Esa fuerza aparente, que se compone de gestos, apretar mandíbulas y manos
y separar los pies. De nada más.

Mi incapacidad para llorar, no por ser de piedra, sino por miedo a no saber cerrar el grifo,
y el pánico que me da desnudarme en vivo y en directo.

Que por mucho ego que tenga,

no lo tengo.

Es falso.

Es lo único que me queda, y no existe.
Es mi clavo ardiendo, pero sin clavo.
Mi salvaguarda peligrosa,
mi amor propio, que ni es mío,
ni es amor.

Porque es tuyo, y no sé dónde lo guardas.
Ni quiero saberlo,
por si lo encuentro y se me rompe sin querer.

Por si no lo reconozco.

Por si no me reconozco.

Por si acaso lo hago, y no me gusta.

Por si alguna vez llegas a entenderlo

y me lo explicas.








lunes, 7 de agosto de 2017

QUIZÁ 07/08/2017

veamos. no sé ni por dónde empezar.

   Hoy no escribo para descargar mis frustraciones, ni mi carga, ni mis miedos. Escribo simple y llanamente sobre cómo me siento. Esta vez, ni si quiera buscaré que me leáis, ni dejar constancia en ningún sitio de lo roto que me siento ahora.

   ¿Alguna vez habéis sentido lo que se siente cuando falláis a alguien? ¿Esa culpa? ¿Ese dolor? ¿Esa impotencia por no poder saciar las ganas que se tienen de volver atrás y arreglarlo todo? Pues yo ahora mismo siento que he fallado, pero no siento lo que debe sentirse al fallar a alguien, sino que siento que le he fallado a una nación entera; a un planeta entero.

   Nunca se me ha dado bien la gente. Nunca he sido bueno en las artes del Quid pro quo ni en las de ponerme en el lugar del otro. Pero esta vez juro que lo intentaba dar todo de mí.

   No espero ni mucho menos despertar lástima o pena en nadie, pero prometo que esta vez iba en serio. Va en serio. Pero no se me da bien.

   Me siento como un arma: Forjada a golpes para matar a golpes. No veo otra explicación. Cada cosa que hago es juzgada, aunque la sentencia lleva escrita ya mil años. Cada acción que llevo a cabo se vuelve en mi contra. Cada caricia  inocente se convierte en hachazo. Y no puedo hacer nada.

   Hoy me siento impotente. Siento que por mucho que quiera, no puedo ni podré hacer nada. Que todos los destinos están escritos y a mí me tocó uno de los que nadie quería. Porque ni yo lo quiero.

   Me siento partido y roto, descosido, como esperando a que alguien decida que soy algo que no merece la pena arreglar, y no pudiendo decir que sí, que tengo remedio, porque ni si quiera me cosieron una boca.

   Hoy me siento destrozado por no poder ser lo que me gustaría, por no saber demostrar lo que de verdad pienso, por no saber hacer sentir lo que en realidad me abrasa por dentro.

   Hace poco me han dicho que era fuego, y hasta hace poco me lo creía. Pero no es cierto. Como mucho soy un trozo de ceniza candente que necesita madera, pero nada más. El fuego se apagó hace mucho, y no quiero que se vuelva a encender, porque cuando "era" fuego, abrasaba, brillaba, sentía que nada más me hacía falta. Y no quiero volver a ser eso. No sin ti..

   Me haces falta. Te necesito. Te amo. No por quién eres, ni por cómo eres -que eso ya se da por supuesto- sino por lo que me haces ser. Por construirme día a día y por creer en las causas perdidas. Por no salir corriendo tras el primer beso y quedarte a ver el final de la obra. Te amo. Y me consume la impotencia de no saber demostrarlo, de echar cada dos por tres un cubo de agua encima de la brasa que antes era fuego. Lo siento. Lo siento. Lo siento.

   No sé ni si quiera si leerás esto. No quiero ni pensarlo. Suficiente con haber reprimido las ganas de pelarme los nudillos contra la pantalla y el teclado del ordenador. Pero necesitaba decirlo. En realidad, quizá sí que necesitaba dejar grabado en algún lado esto, por si la brasa se apaga. Quizá sí que espero que me leas, o solo que me entiendas aunque ni si quiera veas esto. Quizá es que ya no me imagino sin ti, o que no quiero ni imaginarlo. Quizá sí espero que me superes, que no elijas otro camino, o que no lo crees.

   Quizá espero ser un exagerado como siempre y que esto solo sea un bache.

   Quizá, y sólo quizá, espero saber aprender a decir que te quiero sin abrir la boca.

   Quizá no tenga remedio.

   Pero siempre hay un roto para un descosido

   Y a mí no me queda ni un hilo en mis costuras.

lunes, 22 de mayo de 2017

22/05/2017 Madre de Dragones.

Algún día, si mis hijos me piden que les cuente una historia antes de dormirse, no dudaré ni un solo minuto y les hablaré de la historia más bonita jamás contada.

Érase una vez una reina que no tenía ni corona, ni trono, ni reino. Vivía en un castillo de torres rotas, y se pasaba el día reparando sus muros.

¿Y por qué era una reina si no tenía nada, papá?

Porque lo tenía todo, pero lo utilizó para construir ese inmenso castillo y así poder cuidar de tres pequeños dragones. Tres dragoncitos que no paraban quietos y no hacían más que jugar y romperlo todo. La reina les ayudó a salir del huevo, los lavó, los mimó y los vio crecer. Y los dragones se hicieron graaaaaaandes grandes, y comían mucho, y jugaban mucho, y rugían mucho. 

Pues anda, si daban más problemas que alegrías....

Sí, pero la reina tenía un secreto: Sabía que los dragones le darían muchos quebraderos de cabeza, y que para ella los días serían de cien horas, y que las noches durarían tres. Sabía que los aldeanos llamarían a las puertas y le pedirían que echase a los dragones, que se los llevase de allí. Sabía que los dragones se harían grandes y tendrían que dejar el castillo algún día. Pero hasta ese momento, ella luchó minuto a minuto para que los dragones fuesen felices. LOS QUERÍA. y los dragones la querían más que a nada en este mundo.

Un día, la reina pensó que si trabajaba más podría hacer que los dragones estuvieran más a gusto y así fuesen menos traviesos, así que mientras salía del castillo, decidió dejarlos a cargo del mayordomo; un hombre un poco extraño y que nunca había mostrado especial interés por los tres monstruitos. Así pasaron los meses, y la reina llegaba tan cansada al castillo, que apenas veía que sus dragones habían perdido el brillo de sus escamas, o que ya no rugían tan fuerte como antes. Hasta que un día, miro a los ojos de uno de ellos, y vio todo lo que el malvado mayordomo les había estado haciendo, y NADIE tocaba a sus pequeños dragones. 

Ideó un plan para poder huir del castillo y volar muy lejos con ellos. Lejos del mayordomo y de su perversa mente. Lejos del infierno en el que estaban convirtiendo el hogar que tanto le había costado construir. Pero el mayordomo sabía de las intenciones de la reina, y no pensaba permitir que fuese ella quien huyese con unas criaturas tan valiosas, así que se decidió por encerrarla en su propio castillo para mantenerlas cerca.

¿y qué pasó papá? -chssss, más bajo, que tu hermano ya está dormido-.

Pues que los dragones no iban a permitirlo. ¿Cómo iban a dejar que le hicieran eso a la reina? ¿A la persona que los había traído a este mundo? ¿A la mujer que había peleado contra reyes y aldeanos por mantenerlos a su lado? ¿A esa reina que había dado sus años sin dudar un instante por ellos? 

Los dragones se dieron cuenta de que nadie los iba a tratar como ella. Que fuera de esas paredes les perseguirían y les harían daño. Así que distrajeron al mayordomo mientras liberaban a la reina, y se la llevaron volando hasta el palacio de los Leones, donde vivía su familia, y desde allí removió cielo y tierra para buscar y encontrar al mayordomo, y que pagase caro el daño que había hecho a sus dragones. Y lo consiguió. Ella misma se enfrentó a él y le venció, y los soldados del León apresaron al mayordomo y lo encerraron, y todo el mundo supo que la reina era la mujer más fuerte, valiente y entregada del reino. Todo el mundo la miraba con respeto, y la querían, y sabían que los dragones ya eran grandes, y que la protegerían con su vida si era necesario. Y...

Vaya. Ya se ha dormido. Siempre en el mismo momento de la historia... Bueno, mañana me pedirán que se la cuente otra ve... 

-Papá... Yo quiero conocer a esa reina...  tan buena y tan... tan valiente algún día...-

 -Pero si ya la conoces cariño... Ya la conoces. Es tu abuela.



Para la futura mejor abuela del mundo. Para la mejor madre actual y para la mejor mujer que conozco y conoceré nunca.

GRACIAS MAMÁ.


viernes, 7 de abril de 2017

07/04/2017 ¿Fe?

   Me niego a creer en la raza humana. Me niego a pensar que todos son tan estúpidos como aparentan. Me niego a decir amén ante unas criaturas que no se merecen ni un hola. Pocas personas conozco que sean capaces de seguirme el ritmo. Que sean capaces de mirar más allá de lo que les dicen sus bajos o sus ansias, más allá de lo que todos esperan de ellos.

   Pocos me entienden, aunque tengan el libro de instrucciones delante de sus narices. Pocos entienden el placer de saltar de un tema a otro con el mínimo o nulo nexo de unión. Pocos entienden la sensación de paz que da buscar una guerra, o quemar las calles a base de leer libros. Pocos entienden que el sexo y el amor no van de la mano, sino que de vez en cuando chocan los cinco, y que la fe mueve montañas, pero caminando se va más lejos. Pocos ven más allá de las palabras, y no entienden que hasta la más mínima postura cuenta una historia.

   No pido que me entiendan, ni que lo intenten; porque la gente de hoy no ve más allá de una pantalla, no capta la sutilidad de una mirada, ni todos los tormentos de un suspiro. No creen que sea malo tener filtros, y dicen lo que sienten envolviéndolo en papeles de colores, para que la foto sea más bonita. No respetan los vínculos, ni creen en la pasión a primera vista. No saben hablar. No saben crear, solo copian y plagian de forma automática atribuyéndose proezas que pertenecieron a los griegos, y no entienden ni siquiera el horror de mirarse en un espejo. Se gustan, porque se conforman.

   No ven que la belleza es cruel, porque piensan que lo que ven es belleza. Pero no, se confoman con apariencias y vestidos, y sonríen estúpidamente pensando que lo tienen todo.

   No teneis nada.

   Si jamás habeis llorado con un libro, un libro de verdad, pensando mil torturas para devolverle al autor lo que os ha hecho; si nunca os habeis sonreido, solos, con los ojos cerrados, con un trago de vino en la garganta pensando que os sobraba hasta la piel; si en ningún momento habeis deseado ir a dormir para soñar con algo que se os ha ocurrido a las dos de la tarde, entonces no sabeis lo que es tener. No os teneis ni a vosotros mismos. Creedme.

   No espero que nadie entienda esto. Lo que escribo es tan caótico como lo que pienso. Pero en el caos siempre hay un orden, y ese orden es lo más bonito que podreis observar nunca. La cara de alguien al que le rompes los esquemas; ver en sus facciones cómo se van hundiendo todos los puentes preconcebidos y cómo intenta construir unos nuevos; ver en los ojos de alguien cómo arden las torres de sus ideas, y cómo te implora que le ayudes a erigir una aún más alta; cómo destroza al fruncir el ceño los palacios de sus conocimientos y comienza a crear bibliotecas. Eso es belleza.

   No espero que lo comprendáis, pero si lo haceis es porque aún merecéis la pena.

   No espero que me creáis, porque el que cree se conforma, y el que se conforma muere.

   No quiero que me creáis, quiero que me digáis: ¿fe? eso déjaselo a los creyentes. Yo pienso.

lunes, 3 de abril de 2017

03/04/2017 Sobrenatural

   Quizá es verdad que busco algo que no existe. Quizá es cierto que sólo persigo humo y cuentos que he aprendido a fuerza de escucharlos todos los días. Quizá estoy loco por seguir creyendo en ellos.

   Igual es cierto que la persona perfecta no existe. vale, sí, eso es verdad, pero que nadie me diga que no existe alguien que es perfecto para cada uno. Esa persona a la que admiramos, por la que nos levantamos cada mañana, por la que hacemos tantas estupideces.

   Esa persona, esos rasgos que te quedarías mirando horas y horas: las líneas de su mandíbula, de su nariz, de su frente... Esas líneas que te llaman hasta en sueños, hasta cuando no quieres (o no debes). esos ojos... esos malditos ojos verdes en los que te reflejas, esos jodidos ojos verdes que cambian tan sutilmente con el ambiente, esos ojos que parecen sacados de las pesadillas más eróticas. Esos ojos que por la mañana te miran con la inocencia de un recién nacido pero que arden con la misma pasión y lujuria que ocho horas antes. Esos ojos que te has aprendido de memoria, tan profundamente, que serías capaz de dibujarlos con los tuyos cerrados. Esos ojos por los que, en otros tiempos, habrían escrito finos poemas y por los que habría suspirado toda la puta corte de Carlos V. Esos ojos de brujería que te roban el aire de los pulmones, que modelan su forma para que no puedas resistirte a ellos.

   Y qué decir de sus labios... Perfectos, plenos, oníricos y ominosos, que se mueven para herir con sonrisas o con muecas, que laten al ritmo de ese corazón que tan poco te pertenece, que esconden todo el aire que te gustaría tener en los pulmones... Esos putos labios que te quitan el sueño, y que te arrancan gemidos al roce con tu piel, y que te prenden fuego con un simple toque.

   Nada comparable a su cuerpo. Ese del que tan poco orgulloso estaba, a pesar de que Miguel Ángel habría destrozado su David y todo el canon si lo hubiera visto. Ese cuerpo que encaja tan bien en tus formas, tanto que parece hecho sólo para tí (no te hagas ilusiones) y que recordarás cada segundo de esta larga y corta vida como si ayer mismo se entrelazase con el tuyo. Ese cuerpo que, incluso a contraluz, sugiere mayores tesoros que cualquier cofre repleto de joyas. Ese cuerpo que te persigue, pero no lo suficientemente rápido como para atraparte en sueños...

   Y cuando todo esto pertenece a alguien que sabes que te defendería a muerte, que moriría y mataría por tí, que te daría todo lo que muchos pueden prometer pero nadie conseguir, que es capaz de secuestrar sonrisas incluso en los días más vacíos, que es capaz de hacer que tanto las lágrimas de tristeza como las de alegría, tanto los escalofríos como los llantos, tanto el silencio como las palabras merezcan la pena....

   Y cuando todo esto pertenece a alguien con quien te gustaría levantarte cada mañana y acostarte cada noche, sabes que lo has encontrado. Ahí está. 

      Pero esto solamente existe para los que creemos en la magia, en lo imposible, en lo absurdo.

                        



    En lo sobrenatural.












domingo, 19 de marzo de 2017

18/03/2017 El ser humano nunca cambia

   Tengo pruebas fehacientes de que el ser humano nunca cambia, por mucho que nos parezca lo contrario. No. Miradme a mí si no, sigo siendo igual de tonto. Igual de necio.

   volví a caer, para qué negarlo. Volví a ilusionarme y a pensar que era un "sí" de una vez por todas. Que por fin tantos golpes iban a ser recompensados, que me lo merecía.

   Me perdí irremediablemente mirando las curvas de su cuerpo al contraluz del flexo de la cabecera de su cama. Me hundía en el sonido de su respiración, aún cuando él se pensaba que yo ya estaba dormido. Me temblaba cada fibra de mi ser al despertarme con sus ojos (qué ojos) mirándome entrecerrados porque la persiana estaba subida. Recuerdo el olor del café recién hecho, y el cigarro en el balcón mientras llovía. Y las promesas que salían indiscriminadamente de unos y otros labios, como si nos sobrase munición.

   Recuerdo el primer día, cómo intentaba engañarme para que me desnudase, y a la vez cómo se engañaba para no quererlo. Cómo me obligaba a descubrir nuevos sabores, que sólo me gustaban allí. Recuerdo su gimoteo dormido, y cómo se acurrucaba encajando en mi espalda. Y cómo entrelazaba sus piernas con las mías, como evitando que me pudiera escapar de su cama, aunque sabía que me tenía esposado muy fuerte.

   Sigo oliendo su colonia, y sigo sintiendo la suavidad de sus labios por las noches, por mucho que haya rezado para olvidarme de todo eso. Sigo temiendo encontrárme con él por la calle, y que ya no me reconozca, o que ya no quiera reconocerme. Y aún así todos los días miro a su puerta cuando paso por su calle.

   Sigo engañándome y diciéndome que seguramente tuviera razón. Que esto no iba a ninguna parte y que así no se podía estar. Pero yo sí. De hecho lo daría todo por volver dos meses atrás. Dos meses, y volver a dejarme la mochila en el piso de arriba de ese bar, y dejarme robar ese beso que no podía hacerse esperar, y volver a escucharle, susurrándome que él no decía "te quiero", pero que me quería.

   Por desgracia ésta no será la última vez que escriba sobre esto aquí. Porque soy un animal de costumbres; porque el ser humano no cambia.




martes, 7 de marzo de 2017

Íncubo #2 07/03/2017

El muchacho -no aparentaba más de veinte años- me tendió su mano mientras envainaba su arma. La agarré y a pesar de su suave apariencia, noté la dureza de su piel; manos que contaban historias de interminables batallas y duros entrenamientos. Manos curtidas con fuego y espada. Manos de guerrero.

Me levantó como si fuese una pluma, y me arrastró fuera de mi celda, recorriendo a toda velocidad un eterno laberinto de túneles iluminados con antorchas.

En cada giro, se detenía y me soltaba, se asomaba sigilosamente y volvía a tomar mi mano para continuar. Fue en uno de esos momentos cuando me fije en la fina y rosada cicatriz que le cruzaba el ojo derecho, en el que se reflejaba la luz del fuego de las paredes; una cicatriz que no hacía más que resaltar la línea de su mandíbula, y otorgarle un aspecto fiero y pensativo.

Tras lo que me parecieron horas llegamos a una especie de balconada por la que penetraba el brillo de un sol que me hería los ojos, como reprochándome que lo hubiese abandonado, y al mirar hacia abajo me descubrí en la pared escarpada y vertical de un cañón por cuyo lejano fondo discurría un enorme río.

Le pregunté, angustiado, que cómo pensaba salir de ahí, y, sin pronunciar una sola palabra me levantó en volandas y saltó al otro lado de la baranda de piedra. Yo gritaba, no por miedo (pues tras lo vivido en el interior de la montaña nada podría hacerme gritar), sino por la sensación, tan desconocida ya, de libertad. No pensaba en la muerte que nos aguardaba al fondo del barranco, ni si quiera recordaba que alguien me llevaba en brazos.

Hasta que a mi rescatador le crecieron dos enormes alas de plumas negras que batieron el aire y nos elevó por encima de la pared opuesta. Fue en ese mismo instante, justo antes de que la oscuridad de la inconsciencia me abrazara como tantas veces había hecho este tiempo atrás, cuando una voz, su voz, dura y suave como las piedras que el agua del río mantenía en su lecho, pronunció las primeras palabras que había oído desde hacía demasiado.

"Mi nombre es Kyro".

•••••••CONTINUARÁ••••••••

viernes, 3 de marzo de 2017

03/03/2017 La curiosidad odiaba a los gatos.

Podría contar mil cosas esta noche. Podría mentiros y decir que mi vida ha sido monótona e insípida y que no merece la pena hacerle mención. Podría obviar detalles y omitir tropiezos.

Podría callarme y borrar este texto, por lo que pueda suponer. Pero no. Porque la curiosidad mató al gato y yo en parte soy gato muerto.

Podría contaros que estas últimas semanas he estado en el Olimpo, o en el cielo, en el Nirvana, o en todas partes a la vez. Podría contaros que pensaba que por fin había llegado el momento.

Me golpeó con tanta delicadeza que cuando descubrí la herida ya me había desangrado en su cama. Pero supo cuidarme, vivía para ello. Jamás me juzgó, ni torció el morro, ni me puso mala cara; incluso llegué a pensar que se encargaría de coserme las heridas que otros habían abierto en mi cuerpo. Me golpeó tan fuerte que pasé día tras día pensando que igual sí.

Todo iba como jamás había imaginado. Todo. Era perfecto. Es perfecto.

Y un día me abrió los ojos.

Al parecer sólo yo temblaba al pensarle, sólo yo me moría por prenderme fuego en su cama, o por abrazarle tan fuerte que mi cuerpo latía con su pulso. Era yo el que tenía miedo de que todo fuese demasiado bueno para ser verdad. Y como siempre, era yo el que tenía razón.

Que sepas que no te odio. De hecho ojalá pudiese hacerlo, pero eres perfecto. Por desgracia.

Ojalá hubiera sabido quererte, o al menos haber aprendido a comprenderte. Que sepas que lo intenté todo. Por eso es tan horrible.

Dormía pensándote a mi lado, y pasaba el día esperando la noche. Y bueno, decidiste que mejor no.

Podría contar mil cosas esta noche, pero mejor no, que la curiosidad mató al gato.

Me tienes, que lo sepas. 💛